Cuando decidió visitar Mallorca, esperaba sol, playa y un momento de relax. Lo que no esperaba era una serie de experiencias cómicas y a veces confusas que darían forma a su visión de esta hermosa isla.
En primer lugar, el sol. En su país de origen, el sol es un invitado raro, por lo que asumió que podía salir y tomar el sol. ¡Incorrecto! Después de pasar más tiempo bajo el sol que una paella frita el primer día, parecía una langosta en un estado de ánimo festivo. Rápidamente aprendió a apreciar el valor del protector solar y la sombra.
Luego la playa. ¿Sabía que hay playas en Mallorca donde la ropa es opcional? ¡No lo hizo! Imagínense su asombro cuando se sentó con su toalla de playa y un buen libro y descubrió que era el único que todavía llevaba algo. ¡Fue una revelación en el verdadero sentido de la palabra!
La comida fue otra fuente de sorpresas. Estaba listo para tapas y sangría, pero nadie lo había preparado para ensaimadas, esos deliciosos pasteles con forma de caracol. Comió tantos que temió que él mismo se convirtiera en un caracol.
Pero lo más divertido de Mallorca eran las fiestas de los pueblos. En cada pueblo parecía haber una razón diferente para celebrar. En una fiesta, se topó con una pelea de tomates. Todavía no sabía si era una parte oficial del festival o si simplemente estaba en el lugar equivocado en el momento equivocado. Rápidamente aprendió que en Mallorca hay que dejarse llevar por la corriente y sacar lo mejor de la situación.
Sin embargo, entre los desastres de las quemaduras solares, las playas nudistas y las inesperadas peleas de tomates, encontró algo muy especial. La calidez de la gente, la impresionante naturaleza y la sensación de que todo es posible en esta isla. Mallorca se había ganado su corazón, ¡aunque a veces fuera un poco confuso!